Es la historia de una pareja que concurre todos los fines de semana a visitarse en un hospital para posibles enfermos mentales. A través de sus conversaciones el público se ve envuelto en la incertidumbre de quien o quienes están realmente recluidos en el hospital, generando la duda cuando Elisa dice: “Los enfermos pueden estar tanto a un lado, como al otro lado de la puerta”. De esta manera, personajes y público se ven enfrentados en esta dualidad.
Su tiempo es como si fuera un rito constante y repetitivo sin una salida posible. La negación de una vida autentica y real que pudieron haber tenido los personajes que no aprovecharon y que ahora ya es imposible. Ni el engaño mutuo les sirve para evitar la condena de sus recuerdos y sus miedos. Solo el afecto nacido de la desesperación se ve como una posible salida para vencer la soledad que los encierra. La palabra y las acciones se transforman poéticamente en sueños y pesadillas aludiendo a un pasado que cuestiona el presente, retazos de posibles recuerdos suspendidos en una memoria frágil y apagada por lo que no pudieron vivir.
“Contrapunto para dos voces cansadas”, se sumerge en las profundidades del alma humana, sacudiendo certidumbres, develando sueños presos en la soledad y melancolía de nuestras propias vidas.